7.3.10

Día de la Mujer Trabajadora

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La fe cristiana profesa que Dios ha creado al hombre y a la mujer con la misma dignidad personal y con los mismos derechos, puesto que a ambos los hizo a imagen suya y los destinó a la misma herencia del Cielo. Jesucristo, por su parte, dignificó tanto a la mujer, tan menospreciada en aquella sociedad, que el primer testigo del trascendental hecho de su resurrección fue una mujer: María Magdalena. Otra mujer, la Virgen María, fue elevada a la dignidad incomparable de Madre suya.






Día internacional
de la Mujer Trabajadora


Mensaje de monseñor Francisco Gil Hellín, arzobispo de Burgos

archiburgos.org
7 marzo 2010

Que una mujer conduzca un autobús, dirija una fábrica o mande una división es hoy completamente normal. No digamos nada sobre el hecho común a todos los países del primer mundo de que haya mujeres que ejercen la medicina, la arquitectura, la ingeniería, la docencia a todos los niveles y cualquiera de las mil y una especializaciones de la técnica. Ciertamente, desde tiempos inmemoriales la mujer ha molido el trigo y preparado la hornada de cada día, ha compartido tareas agrícolas y ganaderas y, sobre todo, ha dedicado muchísimas horas a la educación humana, espiritual y religiosa de sus hijos. Sin olvidar que en muchas civilizaciones ha llevado la administración doméstica del hogar, supliendo con su talento, ingenio y dedicación las carencias más primarias.

Sin embargo, el hecho al que aludía al principio está vinculado con la sociedad industrializada. El Día Internacional de la Mujer trabajadora es todavía más moderno. Su origen se remonta a 1857, cuando en Nueva York se produjo una marcha de mujeres trabajadoras de una fábrica textil en protesta contra las condiciones de trabajo. Otro hecho importante que condicionó la efeméride ocurrió en 1908 también en Nueva York, cuando un grupo de costureras industriales de grandes fábricas se declararon en huelga para protestar por sus condiciones laborales y pidieron aumento de sueldo, reducción en la jornada laboral y fin del trabajo infantil. Durante esta huelga pacífica, ciento veintinueve mujeres murieron quemadas en un incendio en la fábrica Cotton Textile Factory. Esto ocurrió el ocho de marzo de ese año.

Al año siguiente se celebró por primera vez en Estados Unidos el día de la mujer trabajadora y en 1910 se propuso ese día como día internacional de la mujer, en el Congreso Internacional de Mujeres Socialistas de Dinamarca. El ocho de marzo de 1977 las Naciones Unidas declararon el “Día internacional de Mujeres Trabajadoras” y eligieron el color lila para representar los esfuerzos de las mujeres que murieron.

Desde entonces la situación de la mujer ha avanzado de forma muy significativa. Sin embargo, todavía quedan muchas cosas por hacer para que la sociedad reconozca su dignidad. En las páginas de un Diario, una periodista burgalesa escribía recientemente con dolor estas palabras: «Es el tercer negocio que más pasta mueve en el mundo. Por delante sólo están el tráfico de drogas y el de armas, ambos deleznables pero algo menos repugnantes que la trata de personas –casi siempre, mujeres- que se lleva la medalla de oro de la indecencia”. Se refería al terrible y bochornoso negocio de vender mujeres para la prostitución.

Es un caso significativo pero no el único. Pienso, por ejemplo, en el drama humano que se está creando con el fenómeno masivo de la inmigración en Europa: muchas mujeres se ven obligadas a venir en busca de un poco de bienestar para sus hijos, a costa de dejarlos en el país de origen, tantas veces en situaciones sumamente precarias.

La fe cristiana profesa que Dios ha creado al hombre y a la mujer con la misma dignidad personal y con los mismos derechos, puesto que a ambos los hizo a imagen suya y los destinó a la misma herencia del Cielo. Jesucristo, por su parte, dignificó tanto a la mujer, tan menospreciada en aquella sociedad, que el primer testigo del trascendental hecho de su resurrección fue una mujer: María Magdalena. Otra mujer, la Virgen María, fue elevada a la dignidad incomparable de Madre suya.

Mi reflexión para este día se podía resumir así. El hombre y la mujer son iguales en dignidad. Y en aquello que se distinguen son complementarios. Deseo con toda mi alma que la mujer sea reconocida socialmente en su plena dignidad. Y deseo, con la misma fuerza, que sea reconocida en su especificidad y en su feminidad, y que no sea el varón el punto de comparación sino la dignidad personal de que ella es portadora por voluntad del Creador.


† Francisco Gil Hellín
Arzobispo de Burgos




6.3.10

Claves para padres educadores


Un hombre y una mujer unidos en matrimonio forman con sus hijos una familia. Esta disposición es anterior a todo reconocimiento por la autoridad pública; se impone a ella. Se la considerará como la referencia normal en función de la cual deben ser apreciadas las diversas formas de parentesco. (Catecismo de la Iglesia Católica n. 2202)

Al crear al hombre y a la mujer, Dios instituyó la familia humana y la dotó de su constitución fundamental. Sus miembros son personas iguales en dignidad. Para el bien común de sus miembros y de la sociedad, la familia implica una diversidad de responsabilidades, de derechos y de deberes. (Catecismo de la Iglesia Católica n. 2203)






Claves para padres educadores


siame.com.mx

1) La primera cosa que los padres necesitan para educar es un verdadero y cabal amor a sus hijos.
La educación requiere, «un poco de ciencia y de experiencia, mucho sentido común y, sobre todo, mucho amor». Solo el amor permite conocer a cada uno tal como es hoy y ahora y actuar en consecuencia.

2) La primera cosa que el hijo necesita para ser educado es que sus padres se quieran entre sí.
El cariño mutuo de los padres debe completar la tarea comenzada. La educación, ha de estar movida por la misma causa -el amor de los padres- que engendraron al hijo.

3) Enseñar a querer.
La entera tarea educativa de los padres ha de dirigirse a incrementar la capacidad de amar de cada hijo y a evitar cuanto lo torne más egoísta, menos capaz de descubrir, querer, perseguir y realizar el bien .

4) El mejor educador es el ejemplo.
Los padres educan o deseducan con su ejemplo. El ejemplo posee un insustituible valor pedagógico, de confirmación y ánimo. Las palabras vuelan, pero el ejemplo permanece, ilumina las conductas… y arrastra.

5) Animar y recompensar.
Mostrar que confiamos es un gran incentivo; el pequeño -como cualquier ser humano- se encuentra impulsado a llevar a la práctica la opinión positiva o negativa que de él se tiene y a no defraudar nuestras expectativas al respecto. Estar más atentos al esfuerzo hecho que al resultado obtenido.

6) Ejercer la autoridad, sin forzarla ni malograrla.
Ejercer la autoridad, explicando siempre, las razones que nos llevan a aconsejar, imponer, reprobar o prohibir una conducta determinada. El niño tiene necesidad de autoridad y la busca. Deben existir muy pocas normas y muy fundamentales y nunca arbitrarias, lograr que siempre se cumplan… y dejar libertad en todo lo opinable. Estar atentos al modo como se da una indicación. Firmeza, para exigir la conducta adecuada, pero dulzura extrema en el modo de sugerirla o reclamarla.

7) Saber regañar y castigar.
Un reproche o una punición, dados de manera oportuna, proporcionada y sin arrepentimientos injustificados, contribuirá a formar el criterio moral del muchacho. La reprensión ha de resultar clara, sucinta y no humillante. Hay que aprender a regañar de manera correcta, explícita, breve, y después cambiar el tema. Evitar que la sanción sea el desahogo de la propia rabia o malhumor.

8) Formar la conciencia.
No transformar la moral en un conjunto de prohibiciones arbitrarias, carentes de fundamento. «Educar en positivo», lo cual equivale, a mostrar la belleza y la humanidad de la virtud alegre y serena, desenvuelta y sin inhibiciones. Hacer comprender lo decisiva que es la intención para determinar la moralidad de un acto, y ayudar a los hijos a preguntarse el porqué de un determinado comportamiento. A medida que crece, hay que dejarle tomar con mayor libertad y responsabilidad sus propias decisiones.

9) No malcriar a los niños.
Se malcría a un niño con desproporcionadas alabanzas, y condescendencia respecto a sus antojos. Un pequeño rodeado de excesiva atención se convertirá, o en una persona tímida e incapaz de desenvolverse, o en un egoísta, capaz de servirse de los otros o de llevárselos por delante. Frente a los caprichos de los niños no se debe ceder: esperar a que pase la pataleta, manteniendo una actitud serena, y, al mismo tiempo, firme.

10) Educar la libertad.
La tarea del educador es que el educando tome conciencia del valor de la propia libertad, y enseñarle a ejercerla correctamente. Libre es el que, hace el bien porque quiere hacerlo, por amor a lo bueno. Al contrario, va «perdiendo» su libertad quien obra de manera incorrecta. Educar en la libertad significa ayudar a distinguir lo bueno, y animar a realizar las elecciones consiguientes, siempre por amor. Conceder con prudencia una creciente libertad a los hijos contribuye a tornarlos responsables.

11) Recurrir a la ayuda de Dios.
Dios interviene en lo más íntimo de la persona de nuestros hijos, haciendo posible su perfeccionamiento. Ningún hijo es «propiedad» de los padres; se pertenece a sí mismo y, en última instancia, a Dios. Por tanto, no tenemos ningún derecho a hacerlos a «nuestra imagen y semejanza». Nuestra tarea consiste en que puedan alcanzar la plenitud que a cada uno le corresponde: ¡la suya!, única e irrepetible. A los padres, en virtud del sacramento del matrimonio, se les ofrece una gracia particular para asumir tan importante tarea. Es muy conveniente que invoquen la ayuda y el consejo de Dios… y que sepan abandonarse en Él cuando parece que sus esfuerzos no dan los resultados deseados.

Tomás Melendo Granados



Momento de oración

Carta de San Pablo a los Romanos: 10,14-17).

“Ahora bien, ¿cómo van a invocar al Señor, si no creen en Él? ¿Y cómo van a creer en Él, si no hay nadie que se los anuncie? ¿Y cómo va a haber quienes lo anuncien, si no son enviados? Por eso dice la Escritura: ¡Qué hermoso es ver correr sobre los montes al mensajero que trae buenas noticias!”


Salmo 127
Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien.
Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa.
Ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor:
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida.



Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas, (10, 25-37)

“Un maestro de la ley fue a hablar con Jesús, y para ponerlo a prueba le preguntó: Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna? Jesús le contestó: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué es lo que lees? El maestro de la ley contestó: Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente y ama a tu prójimo como a ti mismo. Jesús le dijo: has contestado bien. Si haces eso, tendrás la vida. Pero el maestro de la ley, queriendo justificar su pregunta, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Jesús entonces le contestó: Un hombre iba por el camino de Jerusalén a Jericó, y unos bandidos lo asaltaron y le quitaron hasta la ropa; lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote pasaba por el mismo camino; pero al verlo, dio un rodeo y siguió adelante. También un levita llegó a aquel lugar, y cuando lo vio, dio un rodeo y siguió adelante. Pero un hombre de Samaria que viajaba por el mismo camino, al verlo, sintió compasión. Se acercó a él, le curó las heridas con aceite y vino, y le puso vendas. Luego lo subió en su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. Al día siguiente, el samaritano sacó el equivalente al salario de dos días, se lo dio al dueño del alojamiento y le dijo: 'Cuide a este hombre, y si gasta usted algo más, yo se lo pagaré cuando vuelva.' Pues bien, ¿cuál de esos tres te parece que se hizo prójimo del hombre asaltado por los bandidos? El maestro de la ley contestó: El que tuvo compasión de él. Jesús le dijo: Pues ve y haz tú lo mismo”.


Reflexiona:

¿Te consideras un enviado a tu familia?

¿Eres consciente de que cada hijo te pide ser para él como un buen samaritano?
¿Qué implica para ti hacerte prójimo de cada uno de tus hijos?
¿A qué te compromete la palabra de Jesús: “Ve y haz tú lo mismo”?



Ora en familia

Padre Celestial, haz que seamos mejores padres de familia. Tú que en Jesús nos hiciste hijos tuyos y que en María y José nos dejaste un ejemplo eximio de amor desinteresado hacia los hijos, te pedimos que llenes nuestro hogar con tu gracia y tu bendición. Ayúdanos a educar cristianamente a nuestros hijos y a amarnos el uno al otro con un amor sacrificado, tierno y puro. Concédenos el don de formar una familia verdaderamente cristiana que sea como una pequeña Iglesia doméstica. Que nuestros hijos: que crezcan sanos de cuerpo y alma, que aprendan a amarte con sencillez y que nunca se separen de Ti Tuyos son pues Tú nos los has dado y si quieres llamar a tu servicio alguno de ellos, nosotros ofreceremos gustosos la entrega que tú nos pidas. No permitas que nuestros defectos nos hagan caer en la negligencia o en la omisión a la hora de educarlos. Danos fortaleza para ser auténticos testigos de los valores del Evangelio. Danos justicia para saber qué decir y qué hacer en cada momento sin faltar nunca a nuestras obligaciones. Danos templanza para ser dueños de nosotros mismos por encima de nuestros egoísmos a la hora de guiarlos. Danos prudencia para saber cuáles son los mejores caminos para guiarlos hacia ti. Y sobre todo, danos la verdadera caridad, para que sea el amor lo que nos ayuda a hacerlos personas íntegras en su cuerpo, en su alma, en su relación con los demás y en su relación contigo.

Señor, Padre todopoderoso, gracias por estos hijos. A través nuestro has hecho surgir su vida; desde toda la eternidad tú los conocías y amabas. Las preocupaciones, temores y fatigas que nos cuestan, las aceptamos con serenidad. ¡Que siguiendo el ejemplo de Tu Hijo les ayudemos a hacer su camino! Enséñanos tú, Padre bueno, por los méritos de Jesús. tu hijo y Señor nuestro. Amén



Caso para analizar

Mi hijo llegó hoy de la escuela muy contento porque el maestro le dijo que él valía mucho y que a pesar de las tres materias reprobadas si le ponía un poco de fuerza de voluntad saldría adelante. Mi esposa y yo nos quedamos mudos porque no sabíamos que había reprobado esas materias, pero el niño nos enseñó la boleta y al pie de la misma vimos nuestra firma. Habíamos firmado sin leer, porque estamos muy ocupados con la crisis, el trabajo, los problemas cotidianos. Luego vimos a nuestro hijo alejarse. Para colmo se me ocurrió preguntarle a mi esposa: “oye mujer, ¿en qué año va ya nuestro hijo?” Nos miramos y mi esposa empezó a llorar. Estábamos dejando que nuestro hijo fuera educado por un buen maestro y nosotros estábamos reprobando como papás.


Texto para leer y reflexionar

La familia es un fundamento indispensable para la sociedad y los pueblos, así como un bien insustituible para los hijos, dignos de venir a la vida como fruto del amor, de la donación total y generosa de los padres. Es una verdadera escuela de humanidad y de valores perennes. Hemos recibido de otros la vida, que se desarrolla y madura con las verdades y valores que aprendemos en la relación y comunión con los demás. La familia, fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, expresa esta dimensión relacional, filial y comunitaria, y es el ámbito donde el hombre puede nacer con dignidad, crecer y desarrollarse de un modo integral.

La verdadera libertad del ser humano proviene de haber sido creado a imagen y semejanza de Dios, y por ello debe ejercerse con responsabilidad, optando siempre por el bien verdadero para que se convierta en don de sí mismo. Para eso, más que teorías, se necesita la cercanía y el amor característicos de la comunidad familiar. En el hogar es donde se aprende a vivir verdaderamente, a valorar la vida y la salud.

¿Cuánto tiempo le dedico a pensar en la educación de mis hijos?

¿Qué valores creo que mis hijos han aprendido mejor?

¿Qué valores necesitan aprender de nosotros como educadores?

Por nuestro testimonio

Por nuestra palabra

Por el uso de nuestro tiempo

Leer con mi hijo de primaria durante quince minutos todos los días