Si el amor mundano es un cuerpo sin alma, el amor religioso practicado así es un alma sin cuerpo. El ser humano no es un ángel, es decir, un puro espíritu; es alma y cuerpo sustancialmente unidos: todo lo que hace, incluyendo amar, debe reflejar esta estructura suya.
“Las dos caras del amor: eros y agape”
P. Raniero Cantalamessa
Primera predicación de Cuaresma
viernes 25 de marzo de 2011